miércoles, 12 de octubre de 2011

LA FAMILIA, COMO SEMILLERO DE VALORES

Al mirar todo el abanico de valores que el documento sobre “los valores humanos” de la asignatura nos presenta, he pensado que todos este bagaje podría cultivarse en el seno de una familia que intente, al menos, vivir en armonía.  Todos  o al menos la mayoría provenimos de una familia, quizás con ciertas variantes, y sabemos por experiencia el gran provecho que hace a la persona el vivir en un hogar con calor humano. Claro está, otros habrán tenido experiencias menos alentadoras.
Mirando el recorrido que la familia hace por la historia, se ven claramente los cambios y adaptaciones a las diversas situaciones culturales, económicas y sociales, pero en todas las circunstancias han sido más los beneficios que ha traído a la humanidad.
En una familia bien constituida, cimentada sobre el amor, crece, inevitablemente un jardín de virtudes y valores. Los niños y los padres aprenden a vivir la alegría de compartir, de perdonar, de ayudarse mutuamente.  En familia aprenden el amor al trabajo y la responsabilidad para responder por él. En familia se dan cuenta que el trabajo mancomunado es más provechoso que el trabajo aislado y que si se desea llegar lejos en la vida, hay que esforzarse.
Junto a sus padres, aprenden lo que es la honradez, la sinceridad y la verdad.  Aprender  la fe, la esperanza y la caridad.  En el seno de un hogar sano, las jóvenes generaciones asimilan desde la vivencia cotidiana, lo que es el respeto, la sencillez, la humildad, la coherencia, por eso los padres deben tener siempre presente que son el espejo donde se miran sus hijos. Saben los hijos que deben conversar, dialogar cuando ven dialogando adultamente a sus padres.  Cuando los padres saben dar cariño a sus hijos, estos son felices, alegres; cantan y bailan, se vuelven optimistas, les nacen alas para volar alto en la vida, aprenden con ellos a dar lo mejor de sí mismo, y los padres junto a sus hijos recuperan el niño interior que los hace felices.
Lastimosamente, hoy por hoy, la sociedad está herida en el órgano más noble que es la familia y de ahí se desprenden una serie de conflictos difíciles y casi imposible de manejar. Los valores en la familia han cambiado, se han sustituido por otros que debilitan el desarrollo y crecimiento psicológico, espiritual e intelectual de los niños y jóvenes.  Es menester dar nuevamente espacio a Dios en los hogares para que la fuerza de su amor nos haga fuertes.
 

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